La astrología, como yo la concibo, y como creo que se pensaba en la antigüedad, no es cientificista, pero si naturalista.
En el sentido en que surge de una contemplación de la realidad natural, tanto la cósmica y la terrenal, porque los seres humanos somos tierra y somos cielo.
No es que yo quiera poner lo material por encima de todo, si no que observo lo físico como algo clave, y casi que sagrado, porque de él emana lo metafísico.
En el fondo, lo que pasa, es que la distinción es absurda. Cuerpo y alma son lo mismo. Forma y espíritu, son separaciones en las que caemos nosotros pero que no existen.
Sigamos rompiendo ese cisma entre la tierra y el cielo, porque precisamente nosotros, los humanos, somos sus mediadores.
Rompamos ese paradigma de la escisión, en esta era acuariana que se abre.
Sigamos redescubriendo el sentido profundo que hay en nuestro entorno, para reencantar el mundo.
No, no somos cantidades que medir, no somos solo objetos, pero al mismo tiempo, trás los números y las proporciones de los cuerpos que encarnamos, perfectas tal y como son, surge el espíritu y el lenguaje divino.
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